Ahora

La pobreza de mis profesores:

sus gafas rotas y arregladas tantas veces,

su garganta seca por alzar la voz,

o su ropa hecha para durar,

se convierte en liturgia,

de algo fuerte y necesario

y que yo expulsaba.

Ahora entiendo por qué,

pese a todo,

aguantaban los lunes,

los salarios bajos,

las noches corrigiendo exámenes.

Ahora, después de tanto molestarles,

ahora,

por fin,

me quedo callado y escucho.

Espero que no sea demasiado tarde.

6

Yo no puedo asegurar la fotografía del tiempo, ni aplastar su viscosidad con los dedos, pero si el tiempo fuera un animal sería una boca de caballo con hambre azul y al galope.

Si el tiempo fuera una pared, una pausa sobre la tierra, entonces será un mapamundi de grietas pero también un museo de espaldas, una corteza viva sin árbol.

Digo que yo no puedo identificar al tiempo, untar su lomo de presente, pero sí que puedo hablar de mi tiempo, porque mi tiempo es el vértigo por un calor que se enfría, la aparición de la cara, que una aprendiz de esqueleto pero también la aprendiz eterna de la risa bajo un acordeón de arrugas y miedo.

Pero un tiempo también es una mano tendida hacia el amor, como el primer paso del puente sobre la nada o la primera saliva del deseo.

(más poemas aquí: https://jorgegarciatorrego.com/poemas/)

28 de enero


La ciudad es una superficie en movimiento y en transacción monetaria. La ciudad no permite la pausa salvo para el consumo, el gasto, la entrega al Dios dinero. Mi hoy, 28 de enero de 2023, pero también tu pasado, hemos conseguido parar y no consumir. En un esquinazo de Lavapiés, rodeados de estímulos y llamadas a la compra, pudimos quedarnos parados, al sol de enero, a un sol de sábado y esperanza, y la alegría ha llegado a un punto que hemos podido volver a casa felices y vitaminados.

Te echaremos de menos, David

La última vez que nos vimos fue en el Ateneo Anarquista Lucía Sánchez Saornil, en La Cabrera, y nos vimos porque me habías contado que estabas ahí, en el Camping, viviendo con tu pareja, feliz de la vida, y yo te invité a participar. Aquel día compartimos poemas, un par de birras, y una charla maja sobre la vida, la poesía y las bondades de la Sierra. No te lo dije, pero desde que en 2011 te conocí como autor de Canalla, siempre admiré tu franqueza y tu generosidad conmigo aunque yo fuera un don nadie, un chavalín que acababa de sacar libro, que apenas había vivido nada. Y te doy las gracias, David, por tu generosidad, por tu poesía pero sobre todo por tu ejemplo.

Os dejo con el poema La autopista, uno de los que más recuerdo cuando pienso en David y su eterna melena:

LA AUTOPISTA
ya que tanto insistes
en que me lo corte
voy a explicarte
y será la primera y última vez que lo haga
por qué llevo el pelo largo

llevo el pelo largo
porque el ejército estadounidense
ofrecía una recompensa
de dos dólares
por cada cabellera de indio
que se le entregara
y los que la cobraron
así como los soldados
y mandos superiores
del ejército estadounidense
llevaban el pelo corto
o muy corto

llevo el pelo largo
porque el ejército franquista
en el patio de la casa en la que nací
le rapó la cabeza
a una de las mujeres de mi familia
cuyo hombre
acababa de ser fusilado
por negarse a defenestrar
niños de pecho republicanos
y los soldados que le raparon la cabeza
así como el resto de las tropas
y mandos superiores
del ejército franquista
incluido el puto francisco franco
llevaban el pelo corto
o muy corto

llevo el pelo largo
porque en el campo de concentración de mauthausen
a los deportados españoles
como ramiro santisteban
el superviviente octogenario que me lo contó
a los deportados españoles
una vez a la semana
los sábados
les hacían lo que entre ellos se conocía
como La autopista
esto es
les rapaban el pelo al cero
desde la frente hacia atrás

la autopista

y más adelante
cuando hitler estaba perdiendo la guerra
con ese pelo
se forraban las botas de los soldados alemanes

con ese pelo

y todos esos soldados alemanes
como también los que los sábados colaboraban
en el mantenimiento de la autopista
junto con sus respectivos mandos superiores
el hijo de la gran puta del fuhrer a la cabeza
y junto con el resto del pueblo alemán
llevaban el pelo corto
o muy corto

llevo el pelo largo por otra razón también:

muchas de las mujeres que conozco
me aseguran que con él así de largo
estoy mucho más guapo
y aparento muchos menos años
de los que en realidad tengo

así que en vez de estar dándome la gaita a todas horas
con que a ver cuando voy a que me corten el pelo
mejor te callabas la puta boca
eh
y te dejabas
crecer el tuyo 

Limpia, de Alia Trabucco




Si este libro fuera una cuerda de guitarra, la autora la haría vibrar, fibra a fibra, nota a nota, hasta el instante previo a romperse. Astillar el presente hasta arrimarlo al futuro, que pueda imaginar su extinción. Si este libro fuera una presa y también un derrumbe, la autora nos mostraría, con pelos, grietas, gritos y señales, la fragilidad del hormigón, la fragilidad del status quo, la fragilidad de lo cotidiano que esconde un océano de caos. Porque la escritora de este libro es la nota incómoda que chirría al hombre sin moral, la espina que hace chillar al gigante, pero también un consuelo para aquellos que presentimos la injusticia y no supimos ponerle nombre.  
 
Y es que Limpia, de Alia Trabucco, es un relato incómodo, salvaje y natural. Que no se conforma, que no se relaja y cuya inquietud traspasa a la persona que sostiene el libro en sus manos para que no pueda relajarse en ningún momento.  
He tenido la sensación de haber leído una historia muy real, muy verdadera, muy necesaria. Y es que, bajo la superficie de lo moderno, lo actual, la banalidad del mundo virtual de internet y su inevitable nada, sigue sucediendo la vida. Y esta vida no es muy diferente a la vida que sucedía hace unas décadas. Aunque nos sorprenda y choque con nuestra propia comprensión de nuestra época, la novela Limpia, de Alia Trabucco, aún inédita, es una muestra de que es así. De hecho, ahora, escribiendo estas palabras, me sorprendo al darme cuenta de que esta novela, escrita en la segunda década del 2000, por una mujer de 39 años, no contiene en ningún momento referencia alguna (que yo recuerde) al mundo tecnológico o virtual. Sorprendente.  
 
Y esta situación es posible gracias a su componente dramático. La tensión narrativa está cargadísima, constantemente. Es un libro cargado de electricidad humana y, de hecho, en algunos pasajes de la novela el autor recibe descargas que lo sacuden completamente. Trabucco me ha parecido una novelista valiente, precisa, que narra con descaro y herramientas que domina completamente, los sentimientos de la protagonista, pero también de una familia que, pese a ser extremadamente normal, nos resulta grotesca e incluso monstruosa.  
 
Me ha parecido una novela adictiva, que se lee rápido, con necesidad, con hambre, pero que no pierde en ningún momento su acidez y su crudeza, dejando al desnudo a una sociedad (que no es la chilena, que es la nuestra, la de cualquier país occidental) que se basa en la hipocresía y en el dinero y sobre estos pilares construye sus normalidades. Unas normalidades que, como podemos ver en esta historia, están lejos de ser limpias.  
 

Venían a buscarlo a él, de Berta Vias Mahou

Angustia, tristeza, «sentimiento de condenado a muerte». Así es el día a día del escritor argelino/francés Albert Camus en esta novela de Berta Vias Mahou que publicó la editorial Acantilado. Pero el pesar de Camus no solo llega por la reflexión por el absurdo de la vida, por la presencia constante de la muerte o por el desengaño en el ámbito político, todas en un plano mental, ideológico o sentimental. La sensación de condenado a muerte le llegó a Camus por la sensación de no pertenecer a «ningún bando» gracias a su postura crítica, porque no se escondía ante unas siglas, una élite, una nacionalidad o una religión. Y, antes de nada, nunca se escondió de criticar la violencia. Una batalla constante por la dignidad a través de la crítica y la justicia. En palabras de la madre de Albert, Catalina, en la novela:

En cualquier caso, lo que me parece bien es que te atrevas a ser crítico. Hay que saber decir que no, aunque sin olvidarse nunca de la piedad.

Y es que la piedad es necesaria para abrigar la crítica, para hacerla humana, empatizar con ella. El punto de vista de Albert no es agresivo sino que busca tender lazos entre personas. Porque él mismo es un cruce de caminos (orígenes españoles, infancia en Argelia y madurez en Francia) y no entiende que el odio se expanda por ninguna bandera exceptuando la humana.

Este libro, publicado en 2012, demuestra el humanismo de Albert (Jacques en la novela, guiño a su obra El primer hombre) gracias al conocimiento que tiene Vias Mahou de su vida y de su obra, lo que le permite jugar con el lector, poniendo referencias (como la ya mencionada de Jacques, o el loro Calígula, con el mismo nombre de una de sus adaptaciones de teatro) y alejándose de lo que debería ser una narración lógica de estos últimos días para evocar un recuerdo de infancia o digresiones sobre Argelia y Francia o el elitismo de la intelectualidad parisina. Toda esta información sostiene y enriquece el texto, pinta de color a Camus, lo pone en relieve y en pie.

Podemos ver esta multiplicidad de referencias en los propios títulos de los capítulos:

Una memoria en sombras
El bacilo de la peste
Un vínculo misterioroso
Los hijos de Caín
Oscuras querellas
Los guardianes del honor
Eran y son más grandes que yo
En nombre de la historia
Un recuerdo impalpable
El peligro del que nadie hablaba
Una amenaza invisible
Venían a buscarlo a él

Creo que este libro es el libro que ha escrito una gran admiradora de Albert Camus. Una persona que no acepta que esté muerto, que no acepta que muriera como murió, a manos de quien fuera o por azar. No, no lo acepta y este libro es una venganza, pero no ante ningún grupo, sino ante la propia muerte, ante todo el Camus que faltaba por vivir, ¡su persona!, más allá de sus obras.

Como otras grandes creadores/pensadores que murieron jóvenes, no podemos conformarnos con que la muerte se los haya llevado. Por eso escribimos sobre Lorca. Por eso escribimos sobre Lennon. Por eso escribimos sobre Camus. Por eso los mantenemos vivos y por eso le doy las gracias, profundamente, a Berta Vias Mahou, por traernos a Camus a la vida durante 200 páginas.

El amor por la literatura de Zambra

Killed by Trend

El otro día hablaba con un amigo sobre este libro y le contaba que era un libro de recortes y descartes, que me imagino que el pobre Zambra habrá montado recogiendo pedazos de acá y de allá porque los weones de Anagrama querían seguir tirando del hilo. Y, de hecho, aquí estoy hablando de él. Fíjate tú. Algo habrá en esos recortes y descartes.

Y, es que, como ya sabréis, Alejandro Zambra es uno de los escritores más en forma de la actualidad. Con estar en forma no digo que sea un autor excepcional, sino que está en todos lados. Pero es que además es un escritor excepcional, fíjate qué cosas. Hace tiempo que leí su Poeta chileno y he querido, de alguna manera, permanecer en ese mundo. Y más, después del buen rato que pasé con el autor de carne y hueso en la charla con el escritor argentino

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Reimpresión de la 2ª edición de El despertador de Sísifo

Me acaba de llegar a casa la reimpresión de la 2ª edición de El despertador de Sísifo, con prólogo de Alberto García Teresa. Un poemario que salió en 2018, en Lastura y que aún genera interés por aquí y por allá. Un libro sobre el trabajo, la explotación, Camus…

Si quieres, puedes pedírmelo a

https://jorgegarciatorrego.com/el-despertador-de-sisifo/


o a la editorial:

Pensar y pensar, escribir y escribir: Sobre el curso Pensar el poema, de Azahara Alonso


Hace un par de semanas comenté con un amigo lo importante que es tener una buena rutina semanal. Que el lunes sea piadoso, que el martes no te machaque demasiado: que Sísifo no solo arrastre la piedra sino que también pueda tumbarse a la bartola un rato. Sin culpa. Sin prisa. Que pueda usar la cabeza para pensar además de para decir sí. Que pueda usar los músculos para meter canastas, por ejemplo, además de para arrastrar el cuerpo por la jornada laboral, de la cama al escritorio, del escritorio a la cama.

Afortunadamente, el año pasado descubrí los cursos del Centro de poesía José Hierro. Hace tiempo que el impulso poético no sale tan potente como hace años y por eso pensé en inscribirme en algún curso de poesía para poder mantenerme en forma con las palabras, para recibir nuevos aires, escuchar voces de compañeros que estuvieran en búsqueda, compartir esa pasión, aprender con los demás, descubrir a nuevos poetas.

El curso se llamaba Pensar el poema, estaba dirigido por Azahara Alonso, y duró todo el curso académico, de octubre a junio. El curso consistía en unas lecciones de poesía y filosofía sobre diferentes conceptos que dan que pensar y dan que escribir (el trabajo, el tiempo, la muerte, etc.) . Porque precisamente en eso consistía el curso, recibir contenido teórico y práctico para que luego, después de darle vueltas y vueltas a la pecera de las ideas y de la escritura, pudieramos pesar algún poema abisal para compartirlo en clase. Sorprendidos, temerosos e ilusionados por nuestro descubrimiento, porque en la mayoría de los casos (así lo veo yo), existe cierta inconsciencia en esta escritura poético/filosófica.

En este curso, además de unos compañeros talentosos y humildes, estaba la profesora, que supo cómo nutrirnos con las lecciones para que nos sintiéramos motivados para hacer poemas diferentes a los que solemos hacer, para poder salirnos de la escritura cómoda en la que los años de escritura nos han ido hundiendo. De hecho, en junio de 2022 terminé un poemario muy influido por los temas que tratamos en clase y que saldrá en algún momento a la luz (espero).

Este año 2022 he vuelto a apuntarme al curso porque, como decía al principio de este texto, es muy importante moldear la semana a nuestro antojo antes de que seamos moldeados por ella. Este año, mantener hábitos saludables para nuestro cerebro como escribir poesía o sumergirse en las teorías de Kant, Nietzsche o Bachelard, nos mantendrán en forma para que la suciedad de este mundo no nos lleve por delante. O al menos que tengamos una barricada de palabras para hacerla frente.

Sobre la polémica de Sabina, ser de izquierdas y otros jaleos

He estado leyendo –no mucho, la verdad, porque el hecho en sí es ínfimo comparado con el ruido que ha generado– la polémica que han generado las palabras de Sabina:



«Todas las revoluciones del siglo XX fracasaron y en el siglo XXI solo ha funcionado la del feminismo y lo LGTB… El fracaso del comunismo ha sido feroz, ya no soy tan de izquierda porque tengo ojos, oído y cabeza para ver lo que está pasando. Y es muy triste»



Particularmente ese:



«ya no soy tan de izquierda porque tengo ojos, oído y cabeza para ver lo que está pasando. Y es muy triste»



y es que, según mi punto de vista, hay desde hace tiempo una dicotomía dentro de la izquierda, que se basa en poner los fines por delante de los medios o los medios por delante de los fines. Así, básicamente. También podríamos irnos a la discusión entre Camus y Sartre sobre la condena a Bulgákov y la legitimidad moral de los gulags.

Y, en este sentido, para mi el dogma, el catecismo y el ideal comunista, anarquista, feminista o revolucionario hace tiempo que no los considero de izquierdas. Si tus reglas apuntan y exigen un disparo sobre parte de la población, –muchas veces literal– por no ajustarse a tu modelo teórico, ideal de sociedad, para mí no es considerado un modelo de izquierdas. Para mí, que me considero anarquista, el modelo ideal es el democrático. Un modelo justo, igualitario, fraternal, en el que la fuerza de los menos derrote a la fuerza de los muchos, pero a través de la razón, nunca de las bombas. Por eso siempre estaré en el lado de Camus, en el de Mayakovski o Lorca, pero también en el de Melchor Rodríguez.

Por eso, y volviendo a la polémica de Sabina para remedar lo dicho,



«ya no soy tan de izquierda porque tengo ojos, oído y cabeza para ver lo que está pasando. Y es muy triste»

Mucho mejor:

«soy tan de izquierda porque tengo ojos, oído y cabeza para ver lo que está pasando. Y es muy triste»

Porque sí, claro que es triste que se rompan las revoluciones, los anhelos de justicia contra el fascismo, el racismo y la injusticia, pero no podemos subirnos al trampantojo de la violencia para combatirlo. Porque no habremos conseguido nada, porque en el momento de acabar con otra vida para estar más cerca del objetivo no seremos libertadores sino tiranos, no seremos humanistas sino asesinos y ya nunca tendremos espíritu crítico sino una meta, un objetivo y un poder que conseguir… y defender.

Poemario Mis pies de mono, de Miguel Martínez López


La primera vez que vi a Miguel Martínez López fue un martes cualquiera, hace ya unos años, en los Diablos Azules. Recuerdo que no es que me gustara su poesía, es que me sorprendió. Fue rápido el paso de la risa de alguno de sus poemas al frío de la angustia existencial y luego alguna de sus imágenes poéticas me remató. Joder. Le pedí su nombre y lo busqué por Internet. Descubrí que tenía un blog, Mis pies de mono, donde publicaba sus poemas. Ahí quedó la cosa porque tampoco le volví a ver, o si le vi no lo recuerdo. Y hace unos meses, en este zoco digital que es Facebook, descubrí que alguien iba a ir a la presentación del libro Mis pies de mono, de Miguel, en esa semana. No pude ir, pero sabía que ese poemario iba a ser un atlas del dolor, de la alegría, de la angustia humana.

Y no me equivocaba porque en este libro publicado por Baile del sol encuentras la agujeta enorme que supone hacerse mayor, como en el poema que inaugura el libro Cambio de asiento,

(…)
Guapos y valientes,
en el futuro atravesaremos
los campos, las ciudades,
sujetos a las crines de nuestro
caballo de acero.
(…)
Cómo imaginar
el asiento de delante
las mañanas de clínex y bostezos
la primavera gris de los semáforos.
(…)

Se puede decir que Miguel, desde la rutina y lo más opaco que te venga a la cabeza (hacer la compra, filosofar en la taza del váter, las axilas, los mosquitos del verano, el deambular mirando una manzana o al cielo) sabe desenrollar y multiplicar un paisaje rico y exacto. Digamos que pone la cantidad exacta de cocodrilo y de despertador, de risa y de muerte.

¿Y cómo no se va a admirar la poesía de un tío que escribe el poema Las palabras y las cosas?Ese poema que por supuesto quise, quiero y querré escribir porque consigue la magia de los poemas buenos y venenosos, que al leerlos crees que te han salido de dentro, que lo de fuera solo ha vuelto:

Yo no lo recuerdo
pero mi madre cargaba en brazos
cogía entre las suyas
mis dos pequeñas manos
que no eran manos todavía
que eran ruiseñores mudos y ni eso
que eran cabos sueltos
y me obligaba a tocar los objetos de la casa
uno a uno.
(…)

Y así te quedas, con cara de tonto y solo llevas treinta páginas del libro. La verdad es que es un libro currado, en el que aparece todo el mundo, incluido el currela (en el poema El extraordinario caso del hombre normal) que toma el café a tu lado cualquier mañana y que no leerá (creo) ningún libro de poesía porque no se siente identificado. (Pero en este si). También Miguel Martínez tiene la precisión o la alquimia o yo que sé de poder hacer imágenes poéticas como estas:

Llueve y es una catedral gótica/puesta boca abajo,
era tiernamente difícil/como el centro de un sudoku
Hoy el cielo limpio/como un portal recién fregado

Y ya veis, qué ojo tan normal y tan extraño tiene Miguel, qué dualidad para seguir madrugando, desayunando, comiendo y viviendo y por otro lado, todo lo demás. El libro publicado por Baile del sol vale mucho menos dinero de lo que debería así que, antes de que alguien se de cuenta y se chive y suban el precio y a Miguel Martínez López lo pongan en altares y esas cosas y le regalen bolígrafos y cuadernos por las calles, id a comprarlo. Si no os gusta, leedlo de nuevo.

Aquí os dejo mi poema favorito de este librazo, que además me recuerda a mi poema preferido de tooooodos, el de La masa de Vallejo:

El poeta impuntual

El poeta vio una
puesta de sol
dulcemente hemorrágica
afiló sus lápices
muy rápido
y se sentó a escribirlo.

El poeta vio
a una mujer desnuda
siniestramente blanca
afiló sus lápices
muy rápido
y se sentó a escribirlo.

El poeta vio
a un niño devorando una chocolatina
despiadadamente puro
afiló sus lápices
muy rápido
y se sentó a escribirlo.

Por más que lo intentase
siempre llegaba tarde,
Siempre tarde
y la poesía de allí
se marchaba antes.

Cansado
el poeta se miró al espejo
afiló sus lápices
muy rápido

y se sentó a escribirnos.

Día de las bibliotecas


Es una excusa, básicamente. Poco más. Que sea el 24 de octubre o el 3 de junio, da un poco lo mismo. O no. No da lo mismo, porque fue un 24 de octubre, pero de 1992, cuando se destruyó la Biblioteca de Sarajevo, durante la guerra de los Balcanes. El que ataca la memoria, la humanidad que se recoge en una biblioteca, ataca a toda la humanidad. Sin importar el contenido de esos libros.

Intenté ser parte de esa comunidad de bibliotecarios heroicos que luchan por la lentitud y el sosiego en un mundo fugaz y pobre, en el que la información pasa silbando como balas de olvido. Sin embargo, y pese a que estoy en varias listas a la espera de ser llamado, no he podido ser bibliotecario. Aquí os dejo una entrada que escribí hace tiempo sobre las oposiciones:

https://jorgegarciatorrego.blogspot.com/2020/10/las-bibliotecas-y-yo.html

Y es que las oposiciones son un proceso muy esclavo, muy castigador, y preferí la seguridad de un puesto de trabajo en la universidad (donde ahora trabajo) al sueño de custodiar y acompañar a libros y lectores.

Seguiré, eso sí, con la ilusión de que en un futuro próximo pueda volver a estudiar e incorporarme a una biblioteca. Mientras tanto, celebro a las bibliotecas, a los bibliotecarios y a todos aquellos que aún hoy, en este mundo de ansiedad y ruido, seguimos pensando en las bibliotecas como lugares sagrados.

Carta a Henri Parisot, por Antonin Artaud

«Cuando recito un poema, no es para ser aplaudido sino para sentir los cuerpos de hombres y mujeres, he dicho los cuerpos, temblar y vibrar al unísono con el mío, virar como se vira de la obtusa contemplación del buda sentado, muslos instalados y sexo gratuito, al alma, es decir, a la materialización corporal y real de un ser integral de poesía»

Antonin Artaud, Carta a Henri Parisot

Reseña de «El mundo feliz: una apología de la vida falsa», en Killed by trend

Nacido en el año 86, me he comido, como vosotros, unas cuantas distopías, tanto en papel como en imágenes, sobre la lucha de la humanidad frente al poder. Ya sabéis, MatrixUn mundo feliz1984…, relatos en los que un humano, EL HUMANO, a modo de iluminado de La Caverna de Platón, sale de la cueva, de la opresión, para descubrir la verdad y dar la turra a todos los que siguen ahí metidos viendo Telecinco en su pantalla plana o haciendo scroll hasta el inframundo en su Instagram.

Además, a esta lucha por la verdad y contra el poder, se ha unido en las últimas décadas la tecnología, los robots, en definitiva, la técnica al servicio del mal. Y esta capacidad que tenemos los humanos de producir máquinas –que es consustancial al ser humano ya que somos una especie «que crea cosas» y a través de esa creación evolucionamos y pudimos crear civilizaciones–, tiene el lado oscuro del no poder controlar ni entender en última instancia nuestra creación. Como doctores Frankestein perseguidos por su avidez de conocimiento. Y ese miedo, esa pulsión hacia lo desconocido, también guio a los mecanoclastas y luditas del siglo XIX, con su Capitán Swing a la cabeza, a romper los telares que les quitaban el pan de la boca. Lo decía bien clarito Samuel Butler en Destruyamos las máquinas:

«Llegará el día en el que las máquinas tomarán el mando efectivo sobre el mundo y sus habitantes. Mi opinión es que debemos proclamarle de inmediato la guerra a muerte. Toda máquina de cualquier tipo debe ser destruida por aquellos que deseen el bienestar de su especie».

(…)

Sigue leyendo pinchando en la imagen:

vivir contigo

Joakim Eskildsen

en los oleajes tibios de la noche,
en los azulejos de la tarde,
en la lentitud de las mañanas, en su café sin sabor, sus magdalenas sin sabor, su pezuña sin testigos.

Vivir contigo y orbitar tu boca, como satélite o cometa,
vivir contigo en el collage de la luz, en su mosaico,
en nuestra lentitud sincera de mangos y zanahorias.

Vivir contigo y vivir conmigo,
linde y trocha,
recoveco en la ciudad de los gritos.

Poesía viva: la visita de Zurita


Podría decir que ayer, día 29 de septiembre de 2022, fue uno de los días más felices de mi vida. De esta manera mi crónica sería más redonda, brillante y poderosa. Pero faltaría un leve detalle, y es que sería falso: ayer no fue uno de los días más felices de mi vida. No.

Ayer estuve en Casa América en la presentación de la reedición de Anteparaíso, el poemario que Zurita escribió, sufrió y publicaron hace 80 años y que ha sido recogido y reeditado por Lumen. El caso es que ahí fui, solo, como me suele pasar en estos actos, aunque me encontré en el público con el poeta y profesor Gonzalo Escarpa y acompañaba a Zurita en la presentación mi amiga y poeta Sonia Betancort.

Zurita, con sus poemas poderosos:

Queridos poderosos, queridos humildes

Cuando todo se acabe quedarán tal vez
estas algas
sobrevivirán a las marejadas, a los siglos
y a los sueños
Como perdurarán a los poderosos, a los
tercos de corazón
y a los hombres que nos humillan
estos poemas de amor a todas las cosas

La vida nueva, 1994

o por ejemplo:

In memoriam: ahogados
La pizarra acaba de ser borrada en
el ático y el viento desvela la luz de
las estrellas. Alguien lo encontrará,
alguien lo sabrá.

Y si en algún lugar de este planeta
enorme se descubre la verdad,
una franja de ella, secada, glaseada
por el sol, quedará colgando de tu
propia infamia.

Y nadie se verá beneficiado por ello.

-El poeta John Ashbery te
habla suspendido sobre
las cumbres de los Andes

Cree en tu dolor.

W.H.A.

Entonces se vieron los ahogados flotar sobre Chile

Arriba de las cumbres de los Andes suspendidos
dejando caer sus brazos sobre el horizonte

Apozándose igual que gigantescas lagunas en el cielo
de las llorosas montañas ondeantes girando con las
grandes nevadas hacia el oeste

Hacia el cielo del Pacífico que se abría blanqueándose
mientras la cordillera y el océano iban ascendiendo y
éramos nosotros el sueño que se apozaba sobre los
nevados Es que los vimos ahogarse de llanto nos
gritan en los sueños los ahogados apozándose encima
de las montañas como exiliadas islas mirándonos

es un tótem, un zahorí que encuentra metáforas y maneras de encajar palabras, pero si tengo que mencionar solo una cosa de Zurita (¿y por qué solo una cosa, quién da esa orden?) menciono su entrega, su paso adelante después de la frustración, su lucha, su «poner el pecho», que se dice por allá. Contra la dictadura, contra la muerte, contra el odio, poniendo su cuerpo, su presente y su belleza en juego para exponer la miseria del mal, como se puede ver en la nota al final de Anteparaíso:

Pues eso, que lo admiro, que ayer no fue el mejor día de mi vida porque conocí a, seguramente, uno de los poetas en lengua española más reconocidos (por premios y por popularidad) en la actualidad. El caso es que sí, a ver, había leído a Zurita y me habían emocionado algunos de sus poemas y verlo en persona me hizo ilusión. Entiendo el significado subversivo, la potencia y la humanidad que hay en sus actos performativos/poéticos, su lucha por la justicia y él como ser humano es embriagador, pero me niego a ser su fan, me siento compañero. Su humilde compañero, que ha encontrado muchos menos caminos que él, pero me reconozco en la misma búsqueda. Porque toca, busca, lo que yo quiero tocar y buscar. No se echa para atrás cuando yo sí que me he echado para atrás. Me fijo en él, en cómo pone el foco en un pedazo del mundo, real o fantástico, y lo expone hasta que queda pulido, a través de sus palabras o a través de su persona y así habla del todo, del amor, de la muerte o los asesinados. Que la vida te sonría, que no sufras más, querido Raúl, que las páginas y las lecturas te reconforten, te sanen y sean fértiles para futuros poemas. Que la sangre de la poesía chilena no solo hierva sino que cure, que sane.

Tuve la suerte de darle la mano, y darle las gracias, y escucharle hablar con Sonia Betancort y Javier Rodríguez Marcos de la creación, de lo sagrado, de la naturaleza. De cómo se atrapa o se dilucida una gota en una nube de misterio. Crearon un amoroso y sincero diálogo entre poetas entre unas rígidas medidas protocolarias que nos hicieron empezar el acto a las 19:00 (oh, ¿esto es poesía o qué es?) y nos hicieron terminar el acto sin que el público pudiera preguntarle nada a Zurita ni que este pudiera responder nada. Mal, porque todos lo estábamos deseando. Porque ayer hubo comunión entre poetas, comunión entre chilenos y comunión entre humanos. Gracias a Javier y a Sonia por la ternura y la cercanía con Raúl. A veces pasan estas cosas cuando se juntan poetas y poesía, otras hay rencores y envidias o cosas peores, pero ayer se pudieron ver otro mundo posible, un mundo de alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.



Más cosas de Colombia

En esta última entrega del viaje a Colombia os quiero contar algunos detalles que me he encontrado en este hermoso país y no sabía muy bien cómo agrupar alrededor de un tema. También añado fotos curiosas que complementan lo que cuento:

• La ducha no suele tener dos mandos, uno para el caliente y otro para el frío, sino que hay uno solo, con la mezcla de temperatura ya hecha y…apáñate.

• Colombia es la fantasía de los amantes del dulce. Sobre todo en estaciones de bus, no sé por qué, existe un abanico de cosas azucaradas, rebozadas, aliñadas, que no acaba nunca. De hecho, hay un dulce que roza lo imposible que se llama helado frito. Helado frito, flipas. Afortunadamente también tienen su gran repertorio de frutas, para compensar, y de las que soy fan al 100%: guababana, lulo, tomate de árbol, guayaba, maracuyá (en la foto), nona, acai, gulupa, feijoa, chontaduro, guineos (en la foto), borocó, copoazú, mango, mamoncillo, etc. Las hormigas culonas, que en teoría están deliciosas, a mí no me sentaron del todo bien y me tocó pasar una noche en vela interrumpida por picor por todo el cuerpo y friegas de agua fría 😅

• Además de café, Colombia exporta flores y es porque rebosa de ellas, en cualquier parte del país las calles están llenas de flores variadas.

• Durante este viaje he estado leyendo varios libros, que me han ayudado a entender mejor Colombia: Guía de Lonely Planet, Los cuentos completos de García Márquez, Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galiano y La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile de Gabriel García Márquez.

• Me llama la atención lo estadounidense que puede ser un país como Colombia. No su folcror, no su imaginario, sino su actualidad, su día a día. Porque la colonización española es cosa de la historia, que llega hasta el presente, pero la verdadera colonización hace tiempo que es yankee. Camiones enormes, de marcas norteamericanas, ingenierías, baños y útiles cotidianos no tienen un estilo colombiano ni español, sino de EEUU.

Porque el modelo, al final, es el modelo de las películas, el triunfador, y además LATAM en general y Colombia en concreto ha sido dominada económicamente. Por las buenas o por las malas y pienso en golpes de estado, dictaduras, guerrillas y paramilitares, pero también cuchicheos y puñetazos en la mesa que provocan alzas de precios y cambios de gobiernos miles de kilómetros al sur…

¥ Bogotá es un parche

Tengo la suerte de poder quedarme en Bogotá en la casa de la familia de mi novia. Y esto no es baladí, porque compartir rutina con Sandra, Jeison, Luz Marina, Veitiere, Sharity y Lorena ha añadido una profundida especial y única a un viaje tan poderoso y único como ha sido este viaje a Colombia. Gracias por hacerme sentir uno más.

Ahora, sobre Bogotá, como ciudad, os cuento yo podría decir que he conocido Bogotá, pero eso no es cierto. He conocido la parte visible de la ciudad para alguien como yo, un turista, por mucho que lo quiera evitar, y que además es visto así por todos los habitantes de la ciudad.

El tema transporte es bastante pesado, lento, caro, casi siempre con atasco continuo y en algunos lugares también es peligroso. Y mira que a mí me gusta usarlo, porque creo que es la manera de conocer un lugar, pero preferimos usar una aplicación llamada DIDI que costaba unos 3 € aproximadamente (17.000 $ pesos colombianos) por viaje. Evitamos problemas y no nos arruinamos.

Otro de los focos de nuestros viajes fue el mundo libro, llamémoslo así, y de sus ecosistemas. Fuimos a bibliotecas públicas, privadas, librerías grandes, pequeñas y a venta callejera de libros. Trajimos buenos libros, curiosos, que os iré contando por aquí con un poco de tiempo… y sin prisas.