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Yo no puedo asegurar la fotografía del tiempo, ni aplastar su viscosidad con los dedos, pero si el tiempo fuera un animal sería una boca de caballo con hambre azul y al galope.

Si el tiempo fuera una pared, una pausa sobre la tierra, entonces será un mapamundi de grietas pero también un museo de espaldas, una corteza viva sin árbol.

Digo que yo no puedo identificar al tiempo, untar su lomo de presente, pero sí que puedo hablar de mi tiempo, porque mi tiempo es el vértigo por un calor que se enfría, la aparición de la cara, que una aprendiz de esqueleto pero también la aprendiz eterna de la risa bajo un acordeón de arrugas y miedo.

Pero un tiempo también es una mano tendida hacia el amor, como el primer paso del puente sobre la nada o la primera saliva del deseo.

(más poemas aquí: https://jorgegarciatorrego.com/poemas/)

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