Pajarito, de Claudia Ulloa Donoso

Pepitas de calabaza tiene la virtud de hacer libros bonitos. Digo virtud, pero también digo que el contenido puede estallarte en tu cara de lunes yendo al trabajo y dejar tu semana manchada de incertidumbre y hambre lectora. 

Y encaja perfectamente en su catálogo explosivo el libro de relatos Pajarito, donde Claudia Ulloa, poeta peruana afincada en Noruega, nos despliega una serie de trampas para osos bajo manteles de seda que nos hará enamorarnos de su propuesta. 

Sí, así es. Hace años, cuando las propuestas literarias eran monocordes y totémicas, donde los personajes eran hegelianos y con horizonte (solo uno, para no despistarse) entre ceja y ceja, un libro de relatos como el de la autora sudamericana habría sido visto como un fallo de la naturaleza o una herejía. Pero es que Pajarito se monta en la literatura y se deja obedecer por ella, por su rizoma que no deja de brotar y brotar, porque la escritura, como la vida, o más allá, como el pensamiento, es una sucesión de capas a veces contradictorias y a veces fantásticas, pero todas nutritivas. 

Claudia empieza un relato y, a pesar de no parar de construir nuevas habitaciones narrativas, mantiene la tensión del río principal, de la calle mayor del cuento. Pero más que despistar al lector con escaparates atractivos, esta diversificación rizomática nutre al relato esencial, llenan esa calle mayor de gente acogiendo los afluentes secundarios. 

Sus relatos son una bolsa en la que cabe todo, como en el relato titulado «ahogado», en el que la narradora usa sus pensamientos, sus recuerdos, sus situaciones en el trabajo para armar el texto y esa mezcla, que en otros escritores podría resultar confusa, resulta clarividente y natural. Porque, amigos, como decía antes, ya no vivimos en un mundo simple, vivimos en el mundo del multitasking, que dicen los modernos, en que nunca estamos haciendo solo una cosa, sino malabares con varias y pensando en cómo nos apañaremos con las que nos vendrán encima. 

Claudia Ulloa nos despliega en esta colección un mundo cercano, de amiga que se confiesa, con algo de vergüenza, y en el que el relato se alimenta de crueldad y verdad, de perplejidad y sinceridad. La protagonista de los relatos –que presuponemos que es la propia autora– se deja mecer por un mundo complejo y bizarro en el que lucha por sobrevivir, salir a nado, y al que nos invita para que comprendamos su perplejidad, que seamos sus cómplices. 

Pajarito

Claudia Ulloa Donoso

Pepitas de calabaza.

160 págs., 14.5×21 cms.

Encuadernación: rústica con solapas

PVP: 16,50€

+ info: http://www.pepitas.net/libro/pajarito

Cultivar el vacío, Cercanías (2016)

Desnudos de Dios y su canción enferma como lluvia de abejas.
Destruimos las instrucciones del misterio sagrado y no es fácil construir un mapa.
El bien y el mal son un trabajo del colegio de tu hijo,
cosas de niños,
ideas impecables e inútiles.

Dios es el silencio a todas nuestras preguntas,
el frontón donde chocamos de cabeza,
una rotonda sin salida.

Nosotros somos la sagrada humanidad despertando de la siesta y encontrando sangre entre las sábanas.
Encontrando hermanos muertos y la gravedad vertical de la herida,
tumores negros como magnolias infectadas,
la resaca de nuestro intento de olvidarlo todo y volver al aullido,
no conocer el frío de la soledad.

No tenemos tiempo, ya es casi tarde,
en las esquirlas de la felicidad encontramos a Dios,
el sabor intermitente en la lengua,
hacer pie un segundo,
y seguir preguntando.

día de la poesía/

Dentro de poco es el día de la poesía. Y a mí me gusta acordarme de que hace 9 años hice un recital en el Centro Comarcal de Humanidades de la Cabrera y no vino nadie. 0, ninguna persona. Aún así, recité a la gente que salió del teatro esa tarde 🎭 y no fue mal, vendí algunos fanzines.

Y hoy, 8 años después, aquí estoy, con 5 libros publicados y más de 1000 ejemplares vendidos. En esto de la poesía hay que ser muy pesao y seguir escribiendo, pase lo que pase.

Reseña de Aspiraciones de la clase media, de Brenda Ríos

Tenía que leer este libro. Estaba obligado a ello. Desde que me puse a leer cualquier cosa escrita sobre el trabajo y la explotación mientras preparaba mi El despertador de Sísifo (está muy feo que hable de un libro mío en la segunda línea de la reseña de otro libro ¿no? Pues me da igual), el explicar cómo actuamos frente al trabajo y cómo nos deja el ánimo en el cuerpo ha sido uno de mis temas preferidos, una obsesión. Supongo que cuando un tema se queda en tu cabeza durante tanto tiempo, cambiando de postura, con enfoques diversos y subtemas, es difícil eliminar esa memoria obsesiva definitivamente.

Por eso, este Aspiraciones de la clase media es un libro que encaja perfectamente en esa búsqueda de conseguir explicarnos qué hacemos esas 8 horas al día delante de un ordenador, una agenda, un horario, o unas órdenes. O, incluso, pensar, analizar y así crear una tabla que nos salve del naufragio que supone estar en paro.

Brenda Ríos, poeta mexicana, escribe un libro duro, poderoso, plomizo. Porque quizá ese decir no es solo una estética sino la única estética posible para hablar del curro. Como si para hablar del trabajo hubiera que entrar en la tormenta calma pero lacerante que supone tener una checklist siempre en la cabeza, un dominio de los tiempos, un nudo en el estómago que nos ubique en el lugar adecuado.

El libro está dividido en dos grandes secciones: la primera, homónima, y la segunda, Casa.

Esta división, muy básica y práctica, construye una dicotomía, un gozne, que, en teoría, evidencia el acantilado de la dureza del trabajo y endulza el territorio amigable de la casa. En teoría. Pero lo que yo puedo ver en este libro es que los poemas de Brenda no solo señalan la dureza del mundo y sus jornadas laborales, sino que es también en la intimidad donde se produce el desgarro y la desidia.

Sencillo y doloroso este inicio del poema Teoría de la evolución de la sección Aspiraciones de la clase media:

A mis 41 años siete meses de edad

busco empleo

nada del otro mundo

las cosas no salieron como esperaba

se empareja con la bella visión que Cortázar nos dio del Minotauro en Los Reyes y que Brenda Ríos desgrana en el poema Fiesta, de la sección Casa:

El minotauro no fue invitado a la fiesta

es más, tampoco es que lo odiaran, solo que a nadie

se le ocurrió que

seguía vivo.

Pero no solo, porque Casa no es un lugar idílico, un refugio para aguantar la lluvia de granizo del afuera que se supone que es el trabajo, sino que también en el hogar, en lo doméstico habita la necesidad y la angustia.

Creo que este libro, esta muestra de dolor y batalla, es un buen libro porque he sentido la soledad y la incertidumbre de alguien como yo que se pregunta por qué estamos así, porque estoy así, en una pregunta individualísima, y que muestra la distancia que sentimos algunos al ver que las personas a nuestro alrededor progresan, avanzan, crecen e incluso se reproducen mientras nosotros no, mientras nosotros seguimos peleando por mantenernos a flote.