
He estado leyendo –no mucho, la verdad, porque el hecho en sí es ínfimo comparado con el ruido que ha generado– la polémica que han generado las palabras de Sabina:
«Todas las revoluciones del siglo XX fracasaron y en el siglo XXI solo ha funcionado la del feminismo y lo LGTB… El fracaso del comunismo ha sido feroz, ya no soy tan de izquierda porque tengo ojos, oído y cabeza para ver lo que está pasando. Y es muy triste»
Particularmente ese:
«ya no soy tan de izquierda porque tengo ojos, oído y cabeza para ver lo que está pasando. Y es muy triste»
y es que, según mi punto de vista, hay desde hace tiempo una dicotomía dentro de la izquierda, que se basa en poner los fines por delante de los medios o los medios por delante de los fines. Así, básicamente. También podríamos irnos a la discusión entre Camus y Sartre sobre la condena a Bulgákov y la legitimidad moral de los gulags.
Y, en este sentido, para mi el dogma, el catecismo y el ideal comunista, anarquista, feminista o revolucionario hace tiempo que no los considero de izquierdas. Si tus reglas apuntan y exigen un disparo sobre parte de la población, –muchas veces literal– por no ajustarse a tu modelo teórico, ideal de sociedad, para mí no es considerado un modelo de izquierdas. Para mí, que me considero anarquista, el modelo ideal es el democrático. Un modelo justo, igualitario, fraternal, en el que la fuerza de los menos derrote a la fuerza de los muchos, pero a través de la razón, nunca de las bombas. Por eso siempre estaré en el lado de Camus, en el de Mayakovski o Lorca, pero también en el de Melchor Rodríguez.
Por eso, y volviendo a la polémica de Sabina para remedar lo dicho,
«ya no soy tan de izquierda porque tengo ojos, oído y cabeza para ver lo que está pasando. Y es muy triste»
Mucho mejor:
«soy tan de izquierda porque tengo ojos, oído y cabeza para ver lo que está pasando. Y es muy triste»
Porque sí, claro que es triste que se rompan las revoluciones, los anhelos de justicia contra el fascismo, el racismo y la injusticia, pero no podemos subirnos al trampantojo de la violencia para combatirlo. Porque no habremos conseguido nada, porque en el momento de acabar con otra vida para estar más cerca del objetivo no seremos libertadores sino tiranos, no seremos humanistas sino asesinos y ya nunca tendremos espíritu crítico sino una meta, un objetivo y un poder que conseguir… y defender.